lunes, 3 de diciembre de 2007

A LA TIA NIEVES Y LA TIA PILAR

Cariño y admiración para ambas, duras y echadas pa`lante como les tocó vivir. (Cris)
Nuestra relación con los de la tía Nieves siempre fue como de casi familia, y de la tía Pilar igual, ella y mi madre se tenían un especial cariño, quizá por que ambas vinieron de otros pueblos a vivir a Villar, la tía Pilar de Soutelo y mi madre de Parada, y ambas se adaptaron y formaron parte de la vida del pueblo como las que más.
la tía Nieves era la madre de Jaime en recuerdo del cual hay un escrito un poco más abajo, y a ambas se las ha nombrado en el comentario "las tías buenas de Villar"hoy quiero añadir algo más a lo ya escrito, son un artículo de Ismael dedicado a la tía Nieves y en parte tambien a mi madre, y un poema de Jose “poesia de alma y rabia” dedicado a sus dos abuelas Nieves y Pilar.

LA TÍA NIEVES por Ismael
Quiero “escribir algo sobre esta mujer menuda de carácter afable que junto con “Tía Argentina de Ramón” nos ayudo a venir al mundo a casi todos los que hoy contamos entre cuarenta y sesenta años mas o menos y creo que también merece estar entre las personas que yo he elegido para mis modestos escritos.
A la tía Nieves yo la recuerdo como si la estuviera viendo ahora mismo, su vestido oscuro, su pano marrón y su mandil a cuadros delgadita como las modelos de hoy y lista como el hambre, siempre a “paso ligero” sin entretenerse con nadie por el camino. Era como dije junto con tía Argentina la comadrona del pueblo, de ellas heredamos los “ombligos” todos los de nuestras generaciones, era también una experta en curas caseras de heridas y dolencias ya que bajar al medico era toda una odisea, también era gran experta en labores de la matanza yo recuerdo que mi madre nunca daba el “adobo” de los chorizos por cerrado hasta que no lo probaba “a tía Nieves”, ya era muy mayor pero si no los probaba ella no se hacían los chorizos.
Era también una gran contadora de cuentos, junto con su hermana Angustias nos hicieron pasar ratos inolvidables en la cocina de mi casa, recuerdo como mis hermanos pequeños y yo saltábamos de contentos cuando mi madre decía “hoy a noite vein a tía Nieves ye Angustias despois de cenar”.
Valla desde aquí mi mas cariñoso recuerdo alla donde este… “
Ismael Poncelas

PILAR Y NIEVES (18/01/07) por Jose.
Las recuerdo alto y claro.
Las veo delante mío.
Las veo, y es más, las miro
con orgullo y con descaro.
-
Las recuerdo menuditas,
delgaditas, arrugadas,
surcos tiernos, de esperanza,
de luchar como benditas.
-
La una ágil, nerviosa.
La otra más enfermiza.
Las dos fuertes y queridas.
Las dos sabias y preciosas.
-
Alumbraron mi niñez
con sus pañoletas negras.
Me cuidaron sin más pegas.
Me dieron sin ellas tener.
-
Cuántas veces me escondí
entre sus faldas oscuras.
Cuántas veces la ternura
en sus ojos descubrí.
-
Veo a la una en su silla,
comiendo su caldo en taza,
y hablando de las "rapazas"
de los "guajes" y la villa.
-
Cantando y contando cuentos
y mascando algún mendrugo,
con su risa y con su luto,
con su corazón inmenso.
-
Veo a la otra corriendo,
pues ella andar no sabía,
con su par de zapatillas
y su delantal eterno.
-
Con sus perfectas historias
de Villar y de Argentina,
o de su vieja cantina,
me adormecía en su gloria.
-
Eran Nieves y Pilar.
Eran dulces y, sin duda,
mis abuelas eran duras,
pero buenas de verdad.
-
Por eso escribo estos versos,
en su memoria y honor,
para explicar el amor
que me inculcaron sus besos.
-
Y para decir bien alto
con tinta sobre papel
que agraciado ha sido aquél
que pudo pasar un rato
con ellas dos, mis abuelas,
a quienes tanto quise y quiero.
Y que nunca su recuerdo
se escapará de mis venas.

como dice Jose contestando en su blog " poesia de alma y rabia" eran así, no les quedaba más remedio que plantar cara ala vida.

salud para todos,
Pancho

1 comentario:

JOSE dijo...

Hay un recuerdo que me viene cada Enero. El día de Reyes, en mi infancia, como en la de cualquier niño, era, quizás, el día más divertido del año. Nos llenábamos la casa de juegos y juguetes. Pero había algo, que sucedía unos días después, que obviaba lo divertido y rayaba en la felicidad. Era el día, unas veces antes y otras después, en el que Moncho llegaba y traía con él los regalos de mis abuelas. No eran más que cien pesetillas, o quinientas, o dos mil (sí, creo que esta fue la mayor cantidad). Pero eran los mejores regalos de Reyes de todos. Y no era porque me los gastara en caprichos, porque mis padres los cogían y los metían en una cartilla "para cuando seas grande". Era porque eran de ellas.